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Vincent Ferré, ‘Hoja de Niggle: El Núcleo Escondido’

Este relato se abre a múltiples interpretaciones, en torno a la pólitica, la autobiografía o la religión. Vincent Ferré se centra aquí en la relación entre el cuento de Niggle y el propio «árbol interior» de J.R.R. Tolkien, en el proceso de creación en sí…

Este artículo de Vincent Ferré está destinado a ser leído junto al artículo de Priscilla Tolkien sobre Hoja de Niggle, y a la reseña de Nadia Drici en la que se indaga en otro aspecto de este relato tan breve como fascinante. ~

Quizás, Hoja de Niggle (1945) constituya el núcleo oculto de la obra de Tolkien. Se trata de un texto sin parangón, singular en muchos aspectos, al que el propio autor consideraba como el único que logró escribir de un tirón; e incluso como el texto en el que expone con mayor claridad su condición de escritor, así como sus inquietudes más íntimas, las cuales nos invitan a una lectura simbólica o más bien «alegórica».

Tal como lo demuestran las cartas que escribió, Tolkien reelaboraba constantemente las páginas que redactaba; y a veces incluso las reescribía para la reimpresión. Sin embargo, Hoja de Niggle escapó a esta ley: la historia nació como un sueño, y el autor la escribió con soltura, realizando muy pocas revisiones de cara a su publicación. Como si siempre hubiera estado en su mente, esperando el momento de salir. Esta inmediatez demuestra el alcance íntimo que entraña este relato, más allá de su apariencia estrictamente autobiográfica.

Tolkien’s tree of Amalion is a visual representation of the author’s, as yet, untold stories, tales and poems.

La pasión de Tolkien por los árboles y muchos «detalles personales» conectan, sin dejar lugar a dudas, a Niggle con su autor. En las cartas que escribió a varios correspondientes, a menudo el mismo Tolkien se comparó con su personaje. Era un artista perfeccionista que no lograba llevar a cabo el titánico trabajo que se había impuesto, por la falta de tiempo debido a sus diversas obligaciones – responsabilidades universitarias, participación en la defensa pasiva durante la guerra, etc. – sintiendo la implacable soledad que conlleva la creación y la hostilidad de la opinión que tenían algunas personas acerca de su obra (el juicio del «Concejal Tompkins» al final del relato es particularmente violento, ya que condena a muerte al que presenta como un parásito). Así pues, Tolkien parece identificarse con Niggle. Alude de manera espontánea a El Señor de los Anillos como su «árbol interior» o a relatos que «en estado de capullo sin abrir, como tantas otras del tonto Niggle». De hecho, es divertido notar que dibuja los rasgos de un ser, no siempre simpático y algo gruñón, que no soporta las obligaciones exteriores – lo que demuestra una gran capacidad para reírse de sí mismo. Pero esto no es lo más interesante…

«Era de aquellos pintores que pintan mejor los detalles que los árboles»

No se puede dejar de lado la extrañeza del relato, cuya interpretación se presenta ante el lector como un desafío. Así como lo hizo patente Priscilla Tolkien en su reseña sobre la obra, el viaje de Niggle se vuelve irreal cuando éste se encuentra confinado en un hospital en contra de su voluntad, al final del viaje en tren que se ha visto obligado a hacer realizar: Niggle se duerme y se despierta al otro lado del túnel, que es el símbolo del pasaje a otra realidad. Esto induce al lector a cuestionarse en qué lugar se encuentra Niggle, un lugar cuya atmósfera recuerda a El Castillo de Kafka; un lugar en el que un tribunal decide acerca de su destino, a partir de un informe sobre su vida. Así pues, este inquietante episodio da paso a una inmersión en la irrealidad: Niggle penetra en su pintura, como el héroe de «Los sueños» de Kurosawa.

El desconcierto que produce no es de la misma índole que el de El herrero de Wooton Mayor, en el que pronto descubrimos su dimensión maravillosa. En Hoja de Niggle ocurre lo contrario: el relato tiene, en principio, una apariencia sencilla y realista, ya que describe la vida ordinaria de Niggle, y luego se transforma en una incertidumbre que nos permite adentrarnos en las profundidades de lo fantástico.

Este matiz sorprendente no sólo induce a una interpretación: en primer lugar, tiñe la realidad «de colores inusuales», y ésta se observa, entonces, bajo una luz nueva. Precisamente, este mecanismo es el que Tolkien expone en su ensayo Sobre los cuentos de hadas: la literatura debe asombrar al lector, enseñarle a mirar el mundo de otra manera.

Pero, ¿qué es lo que leemos exactamente? ¿Cabe deducir algún mensaje? Hoja de Niggle posee una manifiesta dimensión simbólica, incluso alegórica, mientras que el prefacio de El Señor de los Anillos insiste, a través de una famosa frase, sobre el hecho que no existe ese tipo de lectura: «El Señor de los Anillos no tiene ningún significado alegórico ni ninguna referencia política contemporánea». Sin embargo, en Hoja de Niggle se hace bastante evidente una primera lectura religiosa. El mismo Tolkien explicó que el relato fue fruto de un «encargo» de la Dublin Review, acerca de un texto de sensibilidad católica, en el que presentó la problemática del pecado y del libre albedrío.

Una reflexión acerca de la creación

Se ha de considerar que lo esencial no reside tampoco en el aspecto religioso, ya que lo que prevalece, ante todo, es una reflexión acerca de la creación, que se lee «entre líneas». A través de la misma, Tolkien y su doble, Niggle, se convierten en el símbolo de todos los creadores. La diferencia entre las artes (pintura y escritura) tiene poca importancia: no sólo Tolkien era también ilustrador, sino que a menudo construía sus obras como «cuadros». Para él, inventar una historia suponía describir las «visiones» y los «horizontes que se abrían en su mente». Por tanto, es preciso compararle con Niggle, no como individuo, sino como un creador, que se esfuerza, que desconfía de su propia capacidad para terminar la gran historia, a la que Tolkien llamaba «Cuadro sin Marco», y reflexiona acerca de su ubicación en la sociedad. Cuando Niggle «ve» lo que tiene que pintar, no le da tiempo; y en las ocasiones en las que sí se lo da, la visión ya se ha desvanecido… Así pues, llega la hora del viaje que no puede seguir posponiendo, el cual pone fin a su trabajo.

En una de las cartas vinculadas a Hoja de Niggle, escrita por Tolkien a su hijo Christopher, destaca una famosa frase acerca de su relación íntima con la creación : «Creo que Celebrimbor lo conmueve a uno porque transmite la súbita sensación de infinitas historias no contadas: montañas que se ven a lo lejos, que no han de escalarse nunca, árboles a la distancia (como el de de Niggle) a los que jamás uno ha de acercarse; o, si se hace se convierten, sólo en “árboles cercanos” (salvo en el Paraíso o la parroquia de N[iggle]».

Sin embargo, es preciso ser cauteloso, ya que esta transposición simbólica aparece incompleta y falseada, si deseamos aplicarla totalmente al autor. En efecto, Tolkien escribió también el «Silmarillion», el cual, a diferencia del Árbol de Niggle, no logró terminar. Lo que vuelve aún más conmovedor el arrebato que Niggle siente ante su obra finalizada, sin que fuera él al origen del toque final:

Ante él se encontraba el Árbol, su Árbol, ya terminado, si tal cosa puede afirmarse de un árbol que está vivo, cuyas hojas nacen y cuyas ramas crecen y se mecen en aquel aire que Niggle tantas veces había imaginado y que tantas veces había intentado en vano captar. Miró el Árbol, lentamente levantó y extendió los brazos.

«Es un don», dijo.

Entonces, Niggle inicia un nuevo episodio, en el que aparece apaciguado y en armonía con sus semejantes en un paisaje maravilloso, al margen del bosque, lejos de las Montañas. Tras una exitosa colaboración con Parish, logran acabar la obra de Niggle y emprender libremente otro viaje, que no tiene nada que ver con el primero. Simbólicamente, el relato termina con la risa mutua de Parish y Niggle.

Como se ha de notar, a pesar de su originalidad, este enigmático y fascinante relato no se aleja del resto de la obra de Tolkien: simboliza en sí mismo la aspiración creativa de un Legendarium, el arte de subcreación elaborado a partir del Mundo Primario, el cual engendró la Tierra Media de Tolkien.