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Tom Shippey, J.R.R. Tolkien y la Filología

Prof. Tom Shippey, himself a medievalist and a philologist, author of The Road to Middle-earth and J.R.R. Tolkien: Author of the Century, defines comparative philology and explains its importance for J.R.R. Tolkien’s literary works.

La disciplina profesional en la que J.R.R. Tolkien se formó, y que en gran medida infundía vida a sus obras creativas y académicas, era la filología, en especial la filología comparada. Se trata de una de las disciplinas más innovadoras del siglo XIX, y por un tiempo era lo más parecido a ciencia dura que existía en el campo de las humanidades. Se puede definir como el estudio de las lenguas, la relación entre ellas, y su desarrollo histórico desde la primera constancia que tenemos de ellas, y más allá.  

Grimm y las “leyes” lingüísticas

El fundador de esta disciplina era Jacob Grimm, hoy en día famoso sobre todo por haber coleccionado, editado y publicado, junto con su hermano Wilhelm, los Cuentos de Grimm (en alemán), en 1812. Unos años más tarde, sin embargo, Grimm comenzó a publicar su Deutsche Grammatik [Gramática alemana] (1819-1840). A pesar del título, esto no era una “gramática alemana” sino una descripción de las lenguas germánicas conocidas, entre ellas las extinguidas, como el inglés antiguo y el gótico, con un repaso de su desarrollo.

Especialmente productiva era la demostración de Grimm, ahora conocida como la “Ley de Grimm”, de la relación regular existente entre las palabras en las lenguas germánicas y las clásicas. Siempre se sabía que había algún tipo de relación: cualquiera puede apreciar la conexión entre palabras como pater en latín, Vater en alemán, y father en inglés. Pero, ¿qué hay de quinque del latín, fünf del alemán, y five del inglés? ¿Y los otros miles de ejemplos, literalmente, que muestran una desconcertante variedad?

El logro de Grimm consistía en reducir este flujo lingüístico a unos principios organizadores; en una palabra, formulando “leyes” que, una vez comprendidas, parecían tomar parte en una universalidad newtoniana. Cientos de investigadores explotaron el hallazgo de Grimm, refinaron las ideas sobre la evolución de las lenguas, aprendieron a leer lenguas antiguas y textos antiguos olvidados durante siglos, y crearon una historia completamente nueva de la era prehistórica. 

Re-inventando lenguas, re-escribiendo poemas perdidos

Una afloración de la revolución Grimmiana fue un nuevo interés científico por la historia de las palabras, que puede ser fácilmente estudiada, por ejemplo, al leer el Diccionario Oxford de etimología del inglés, preparada por C.T.  Onions. Al igual que Tolkien, Onions era un hombre de Birmingham y uno de los cuatro editores del Oxford English Dictionary, o, como Tolkien los llamaba jociosamente (en Egidio, el granjero de Ham), “los Cuatro Sabios de Oxenford”, así como uno de los superiores de Tolkien en su primer trabajo en Oxford.  

Sin embargo, la confianza de los nuevos filólogos era tal, que no tardaron en recrear (o “reconstruir”) lenguas de las nunca había habido constancia escrita, como el indo-europeo primitivo, y escribir o reescribir poemas que habían desaparecido.

Tolkien participó plenamente en los ejercicios de este tipo. Escribió un poema en gótico, una de las “Canciones para los filólogos” creadas por él y por su colega E.V.  Gordon. En esto siguió a, por ejemplo, August Schleicher, quien escribió una fábula en indo-europeo, y el danés Axel Olrik, quien, afligido por la pérdida del poema del nórdico antiguo Bjarkamál, lo reconstruyó en la lengua original. Tolkien pudo haber hecho lo mismo. Faltan ocho páginas del manuscrito Codex Regius de la Edda poética, que al parecer contenían el grueso de la “Gran balada de Sigurd el Volsung”. En cartas escritas a W.H. Auden, Tolkien menciona en dos ocasiones que había escrito un poema titulado Volsungakviða en nyja, “la Nueva balada de los Volsungos”, tal vez con el fin de llenar justo ese hueco. (Ahora ha sido publicado en una edición de Christopher Tolkien, La leyenda de Sigurd y Gudrún.)

Las primeras investigaciones de J.R.R. Tolkien, además, consta en gran medida de intentos de elucidar el sentido de palabras difíciles en el inglés antiguo y el inglés medio, con una examinación interesante también del nombre del dios celta Nodens.

Reconstruyendo mitologías

Debemos señalar que el éxito de los métodos de la filología comparada no tardó en generar intentos de “reconstruir”, de manera parecida, mitologías perdidas: otra gran obra de Grimm era su Deutsche Mythologie, o “Mitología teutónica”. Por tanto, Tolkien no hizo algo completamente novedoso cuando comenzó, primero, a escribir sus propios cuentos de hadas, o relatos sobre elfos; después asentarlos en un contexto lingüístico mediante la invención no solo de una lengua élfica, sino de lenguas élficas que habían evolucionado y cambiado históricamente a partir de una raíz común, al igual que las lenguas indoeuropeas reales; y situar todo ello en una mitología elaborada, cuyo desarrollo podemos apreciar desde El libro de los cuentos perdidos hasta las diferentes versiones de “El Silmarillion”. 

Sin embargo, la filología también abrió otras vías de investigación. Los investigadores de filología comparada, como los Grimm y Tolkien, siempre mostraron un profundo interés por lo que podríamos llamar “géneros supervivientes”; es decir, formas literarias, o enunciados, que habían sido preservados oralmente (como la lengua misma) hasta el presente, y que, por tanto, podrían conservar fragmentos de información genuinos y fascinantes.

Los cuentos de hadas son un ejemplo obvio, y en ellos los Grimm hallaron muchos vestigios de mitos. Sin embargo, también debemos señalar otras formas, como los acertijos, proverbios y nanas, que habían sido relegadas por la investigación post-medieval al ámbito de los niños, los cuentos de viejas y a las clases analfabetas en general, pero que fueron redescubiertas y dotadas de una nueva importancia por los filólogos —entre ellos, Tolkien, quien mostró un profundo interés por todos los géneros mencionados, a veces escribiendo sus propios ejemplos o “reconstruyendo” formas del inglés antiguo que se habían perdido, pero que resultaban plausibles. Sin embargo, el “género superviviente” más extendido es el de los nombres, sobre todo de personas y de lugares. Puesto que hoy en día la gente, normalmente, no tiene ni idea de lo que estos nombres significan, o significaban, tiende a no cambiarlos; en consecuencia, los nombres están llenos de información oculta. A Tolkien los nombres le interesaban profundamente, y siempre estaba dispuesto a explorar sus etimologías. Es literalmente cierto que podía interesarse mucho por una guía telefónica, o incluso más, tal vez, por un mapa.

Tolkien, filólogo e investigador 

Otras dos áreas filológicas que debemos señalar son la edición de textos antiguos, y el estudio de dialectos modernos. Tolkien se ganó una fama académica como editor del romance medieval Sir Gawain y el Caballero Verde, pero los problemas que se planteó resolver en aquella edición también condujeron a determinados elementos en su propia ficción, como los “Woses” del Bosque de Drúadan, una imagen de algo que Tolkien consideraba un error en el texto medieval. También le encantó constatar que algunos rasgos lingüísticos de aquel poema seguían presentes, de manera natural y sin afectación, en dialectos modernos, y lo comentó en su “Prólogo” al estudio de Haigh sobre el dialecto de Huddersfield, realizado en 1928.

Para Tolkien, los datos más importantes de la filología tal vez fueran los siguientes: era una disciplina ecléctica, en la que había que estudiar la lengua y la literatura juntas, al igual que los relatos y la mitología. Y era una disciplina en la que se apreciaba una continuidad, desde un pasado heroico y a menudo olvidado hasta el mismo presente. “¿Estos viejos relatos nunca terminan?” pregunta Sam Gamyi en las Escaleras de Cirith Ungol, y la respuesta de Tolkien era: “no”. Sin embargo, fue la filología comparada la que había arrojado una nueva luz sobre ellos.