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Verlyn Flieger, Sobre los Cuentos de Hada

Verlyn Flieger, academic and author, explores Tolkien’s seminal essay which crystallized his views on the nature and purpose of fairy stories and fantasy in general.

Aunque sólo fuera porque representa el más completo discurso de Tolkien acerca de su arte, al cual llamaba «subcreación», y del concepto que sugiere: el poder que tienen las palabras de crear un Mundo Secundario; Sobre los cuentos de hadas ocupa un lugar central en los estudios sobre el autor.

No obstante, Sobre los cuentos de hadas tiene mucho más que ofrecer, no sólo a especialistas, sino también a un público más amplio, que una simple declaración artística. Es un amplio debate destinado a toda persona interesada en el tema de los cuentos de hadas y un comentario agudo sobre la interdependencia entre el lenguaje y la conciencia humana. Para historiadores y folcloristas, representa un pequeño historial del movimiento folclórico británico de finales del siglo diecinueve y principios del siglo veinte. Para los mitógrafos es una reflexión coherente y concisa sobre la naturaleza del mito y del cuento de hadas. Además, al ser también un análisis del arte del poeta, se inserta en la misma línea que los principales textos críticos sobre el tema, es decir, la Poética de Aristóteles, La defensa de la poesía de Sir Philip Sydney (Defense of Poesy, 1595) y los estudios de Coleridge sobre la imaginación.

Por último y sobre todo, es una lectura esencial para quien busca entender en profundidad un mito rico en significados : el romance épico y fantástico que es El señor de los Anillos.

Origen del Ensayo

La génesis de Sobre los cuentos de hadas se remonta a marzo de 1939 en la universidad de St. Andrews, en Escocia. Es una fecha significativa porque sitúa la conferencia (que se transformará en ensayo) en un momento clave del desarrollo de la ficción de Tolkien. En marzo de 1939, hace ya un año y medio que El Hobbit, publicado en 1937, es un éxito de la literatura infantil. En aquel entonces, Tolkien ya estaba escribiendo los primeros capítulos de la continuación, del «nuevo Hobbit», que se convertirá en El Señor de los Anillos.

Por lo tanto, el cuento de hadas y la fantasía estaban en la vanguardia de su mente, cuando lo invitaron a dar la 12° conferencia anual de Andrew Lang en St. Andrews. Tolkien elige centrarse en el trabajo de Lang como folclorista y recopilador de cuentos de hadas. Sorprendentemente, fue el primer orador, en esta serie de conferencias, en hacerlo. Así pues, la elección de su tema bien podría haber estado relacionada, de manera consciente o no, con su propio trabajo.

Y, mientras anuncia humildemente que no conoce ampliamente el tema, salvo como lector y aficionado, decide hablar sobre los cuentos de hadas. La conferencia se convertirá posteriormente en la base que, probablemente es, junto a su ensayo sobre Beowulf, su texto crítico más estudiado y citado.

Contenido del Ensayo

Los lectores que descubren Sobre los Cuentos de Hadas pueden sentirse abrumados por la amplitud de sus conocimientos, por las invocaciones a nombres conocidos antiguamente, pero ahora desconocidos, y por alusiones a teorías del mito aparentemente esotéricas. Una vez aclarado el tema, y más allá de las digresiones, el ensayo revela, sin embargo, una sólida estructura que se organiza en torno a las siguientes tres preguntas: ¿qué son los cuentos de hadas?, ¿cuál es su origen?, ¿para qué sirven?

Tolkien aprovecha la primera cuestión para descartar las ideas entonces admitidas de que el género podría extenderse a las visiones oníricas, a las fábulas animalistas y a los relatos de viajes, y para desechar el concepto de que las hadas sólo son unas preciosas criaturas de tamaño diminuto, y que los cuentos de hadas son historias sobre hadas. Consecuentemente, reprocha duramente a Andrew Lang su heterogénea colección de Libros de Hadas (Fairy Books, 1889-1910), que incluía muchos de los ejemplos citados. Así pues, propone sustituir esta vaga concepción del cuento de hadas por su propia definición, más estricta y restrictiva : los cuentos de hadas deben ser historias sobre la Faerie, «la región o el reino en el que las hadas tienen su existenciar». A pesar de que contengan lo que parece ser magia, para ojos inexpertos, también constan de muchos elementos ordinarios, como los mares, las estrellas, el sol y la luna, «y nosotros mismos, los hombres mortales, cuando quedamos encantados».

La segunda pregunta «¿cuál es su origen?», llevará a Tolkien a examinar las teorías entonces vigentes acerca de los cuentos populares y de los cuentos de hadas, y a investigar exhaustivamente una cuestión que suscitó agudos debates: ¿Cómo historias con temas tan difíciles, como el canibalismo, el maltrato infantil, el incesto, el crimen, y el abuso sexual, llegaron a ser contadas y, es más, a convertirse en literatura infantil?

Uno de los principales polemistas era Max Müller, especialista en filología comparada y adepto a  «la mitología solar»  – teoría según la cual todos los mitos y figuras mitológicas eran originalmente nombres para fenómenos celestes, cuyos conceptos se redujeron a dioses a lo largo de los siglos; a continuación, a héroes, y finalmente a personajes de cuentos populares y de cuentos de hadas. El oponente a Müller, Andrew Lang, era partidario de la contra-teoría  «antropológica», según la cual las historias provienen de ritos bárbaros, que se entienden mejor a través del estudio de las prácticas de las culturas contemporáneas  «primitivas» (es decir «infantiles»).

Tolkien no estuvo de acuerdo con ninguno de los dos, y su refutación de estas posiciones opuestas dio lugar a un inventario abreviado de ambos argumentos y a un análisis pertinente de dónde y cómo se equivocaron Müller y Lang.

Como era de esperar, Tolkien propone, entonces, su propia teoría, según la cual las historias son el producto inevitable de la interacción entre la imaginación y el lenguaje humano. Para Tolkien  «creamos porque hemos sido creados», a imagen y semejanza de un Creador. La Creación Primaria, de un Mundo Primario, es de Dios, por eso añade el prefijo «sub» para hablar de la creación humana, de Mundos Secundarios o ficticios. Somos la creación de Dios, y nuestra capacidad para contar historias se desarrolla junto a nuestra conciencia y a nuestro lenguaje. «En nuestro mundo, el pensamiento, el lenguaje y el cuento son coetáneos».

Con su tercera pregunta, «¿para qué sirven?», Tolkien llega a lo que representa para él la médula del tema: lo indispensable que es la fantasía en un mundo dedicado casi en su totalidad a la «realidad». Su defensa de la fantasía se centra en torno a tres valores esenciales, proporcionados al lector a través de los cuentos de hadas: la Renovación, la Evasión y el Consuelo.

La Renovación es el hecho de recobrar una visión límpida de las cosas, consideradas desde hace demasiado tiempo como evidentes; percibidas a través del prisma de la fantasía, se logra volver a mirarlas como si fuera la primera vez.

La Evasión es precisamente eso: huir del mundo ordinario hacia un mundo secundario donde lo imposible se vuelve posible, en el que los seres humanos saben volar, cambian de forma, hablan con animales y combaten dragones. La mejor de todas sus formas es la Gran Evasión, porque permite escapar de la muerte, y eso sólo es posible en los cuentos de hadas.

Esta forma está íntimamente relacionada con la última de las tres nociones expuestas por Tolkien: el Consuelo, la reparación de la injusticia, el regreso de la muerte hacia la vida, la victoria del príncipe o de la princesa que consuela al lector y anuncia el Final Feliz, marca de fábrica del cuento de hadas, su elemento esencial.

Eucatástrofe

Para definir los efectos del Final Feliz y su ubicación en la historia, Tolkien acuña una nueva palabra, la eucatástrofe: la «buena catástrofe».

Así, según él, si la tragedia es la auténtica forma del teatro, la eucatástrofe es la verdadera manifestación de los cuentos de hadas. Recurre a esta palabra para referirse al repentino, inesperado y gozoso «giro» que surge en la trama e invierte el desarrollo infeliz, la catástrofe de la tragedia griega.

La eucatástrofe convierte la tristeza en felicidad y sustituye la catarsis de la tragedia por el Consuelo y el Final Feliz. Sin embargo, la eucatástrofe no excluye la posibilidad de  «discatástrofe», prerrequisito al «giro», ya que debe haber riesgo inminente y verosímil de fracaso y sufrimiento para que se produzca el «giro» .

Las consecuencias emocionales y la importancia de este inesperado «giro» llevan a Tolkien a añadir un «epílogo»  al ensayo, que trata de lo que considera como el mejor de todos los cuentos de hadas, la Historia del Cristianismo contenida en el Nuevo Testamento. Declara que, de todos los cuentos de hadas, es éste el mayor porque no sólo ofrece todos los elementos necesarios, sino que es también real. «El nacimiento de Cristo», dice Tolkien, «es la eucatástrofe de la historia del Hombre. La Resurrección es la eucatástrofe de la historia de la Encarnación».

El último párrafo del ensayo conecta los dos con la conclusión de Tolkien, según la cual, el mayor cuento de hadas santificó al más pequeño, y que la fantasía podría «asistir realmente a la floración y multiplicación de la Creación» para que quizá «todos los cuentos se tornen reales».

Historia de la publicación

Tolkien revisó y completó ampliamente su conferencia inicial sobre Andrew Lang, a fin de publicarla en 1947 en el volumen Essays Presented to Charles Williams.

Fue publicada posteriormente en 1964 junto con el relato Hoja de Niggle en un pequeño volumen titulado Árbol y Hoja; así como en la recopilación de obras breves de Tolkien publicada en 1966 con el título The Tolkien Reader.

Sobre los cuentos de hadas fue sometida a menores modificaciones por Christopher Tolkien para integrarla en su recolección de ensayos de Tolkien, publicada en 1983: Los monstruos, los críticos y Otros Ensayos. L’essai en « édition étendue », avec notes et commentaires de Verlyn Flieger et Douglas A. Anderson a été publiée en 2008 par HarperCollins Publishers.

 

En español, Sobre los cuentos de hadas fue publicado en el volumen titulado Árbol y Hoja, y el poema Mitopoeia, en 1994  y en Los Monstruos y los Críticos y otros ensayos, en 1998, por Ediciones Minotauro.