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Christopher Tolkien, ‘La Caída de Arturo’

‘Sun shone on swords silver-pointed
The spears sparkled as they sprang upward,
White as wheatfield. Wheeling above them
The crows were crying with cold voices.’

La siguiente introducción, escrita por Christopher Tolkien, editor de la obra, procede del prólogo de La Caída de Arturo, de J.R.R. Tolkien, publicada en español en 2013 por Ediciones Minotauro (traducción de Eduardo Segura Fernández y Rafael Juan Pascual Hernández).

Es de sobra conocido que una de las líneas de fuerza destacadas en la poesía de mi padre fue su duradero amor por el antiguo verso aliterado «norteño», que se extendió desde el mundo de la Tierra Media (de manera especial en la larga aunque inconclusa Balada de los ijos de Húrin) hasta el dialogo dramático The Homecoming of Beorhtnoth (que surgía del poema en inglés antiguo La batalla de Maldon), y sus poemas al estilo del «nórdico antiguo», La nueva balada de los völsungos y La nueva  balada de Gudrún (a los que se refería en una carta de 1967 como «algo que hice hace muchos años mientras trataba de aprender el arte de escribir en verso aliterado»). En Sir Gawain y el Caballero Verde desplegó su habilidad en el dominio del verso aliterado del siglo XIV aplicado al inglés moderno en la misma técnica métrica. A estas obras se añade ahora su poema inconcluso e inédito La Caída de Arturo.

Sólo he podido descubrir una referencia de mi padre a este poema. Se encuentra en una carta de 1955 en la que decía: «Me encanta escribir en verso aliterado, aunque he publicado poco más allá de los fragmentos que aparecen en El Señor de los Anillos, salvo The Homecoming of Beorhtnoth  (…). Tengo esperanzas todavía la de terminar un largo poema sobre La Caída de Arturo en el mismo metro.»  (Cartas de J.R.R. Tolkien, n.° 165)

‘Cove near the Lizard’. Crashing waves and turbulent seas are recurring images in Tolkien’s unfinished poem, The Fall of Arthur.

En ningún lugar entre sus papeles hay indicación alguna acerca de cuándo lo comenzó, o del momento en que fue abandonado. Pero, afortunadamente, conservó una carta que le remitió R.W. Chambers, fechada el 9 de diciembre de 1934. Chambers, profesor de inglés en el University College de Londres, dieciocho años mayor que él, era un viejo amigo y firme apoyo de mi padre, y en aquella carta describía de qué modo había leído Arturo durante un viaje en tren a Cambridge, y cómo en el trayecto de vuelta «aprovechó un compartimento vacío para declamarlo como merece». Elogió el poema con grandes alabanzas: «es en verdad sensacional (…) realmente heroico, aparte de su valor como muestra palpable del modo en que el metro de Beowulf se puede emplear en el inglés moderno.» Y concluía la carta: «En verdad debes terminarlo.»

Pero mi padre no lo hizo. Y, una vez más, otro de sus largos poemas narrativos fue abandonado. Al buscar algún tipo de explicación para el abandono de estos ambiciosos poemas cuando cada uno de ellos estaba muy avanzado, es preciso fijarse en las circunstancias de su vida tras su elección para la plaza de profesor de anglosajón en Oxford, en 1925: las exigencias de su posición e investigación, y las necesidades, preocupaciones y  gastos familiares. Al igual que a lo largo de gran parte de su vida, nunca tuvo tiempo suficiente; y puede ser, como me siento inclinado a creer, que el aliento de la inspiración, continuamente obstaculizado, pudiese marchitarse. A pesar de ello, emergía de nuevo cuando apareciera un claro en medio de sus  deberes y obligaciones, y de sus otros intereses; pero entonces con un impulso narrativo diferente.

Sin duda alguna hubo razones especificas en cada caso; razones que ahora resulta imposible discernir. Pero en lo que respecta a La Caída de Arturo he sugerido que el poema fue llevado a la orilla por el vaivén de las grandes mareas que estaban teniendo lugar en aquella época en la concepción artística de mi padre, que surgían a partir de su trabajo en El Camino Perdido y la publicación de El Hobbit: la emergencia de Númenor, el mito del mundo Redondeado y el Sendero Recto, y la cercanía de El Señor de los Anillos.

Cabe también suponer que la propia naturaleza de este último y elaborado poema lo hiciera particularmente vulnerable a la interrupción  o la distracción. La asombrosa cantidad de material que ha llegado a nosotros en forma de bocetos para La Caída de Arturo revela las dificultades inherentes a un empleo tal de la forma métrica que mi padre encontraba tan profundamente natural, y su preocupación exacta y perfeccionista para, en una narración complicada y sutil, dar con la expresión que encajase dentro de los modelos de ritmo y aliteración de la verificación propia del inglés antiguo. Cambiando la metáfora, La Caída de Arturo era una obra de arte que debía ser construida lentamente: no podía soportar el surgimiento de nuevos horizontes imaginativos.

Se piense lo que se piense de estas especulaciones, La Caída de Arturo conllevaba necesariamente problemas de presentación para el editor. Puede que algunos que lean este libro hubieran quedado satisfechos sencillamente con el texto del poema tal y como aparece impreso aquí y, quizá, con una breve exposición de las etapas de su desarrollo tal y como queda atestiguado por los abundantes borradores manuscritos. Pero también puede ser que haya otros que, llevados al poema por lo atractivo de su autor, pero que carezcan de conocimientos sobre la «leyenda artúrica», deseen o incluso esperen encontrar ciertas indicaciones sobre cómo se sitúa esta «versión» en relación con la tradición medieval de la que surgió.

Tal como he dicho, mi padre no dejó indicación alguna, siquiera minima, como sí hizo con los poemas «nórdicos» publicados como La leyenda de Sigurd y Gudrún, de su pensamiento o intención latente tras su originalísimo tratamiento de «La leyenda de Lancelot y Ginebra». Pero en el caso que nos ocupa no  hay razón alguna para entrar en el laberinto, en un intento editorial de escribir un informe a gran escala sobre la leyenda artúrica que, con toda probabilidad, parecería una muralla infranqueable, alzada como si fuese un preludio necesario para la lectura de La Caída de Arturo.

Por tanto, he prescindido de cualquier tipo de introducción propiamente dicha. Sin embargo, siguiendo el texto del poema he aportado diversos comentarios de naturaleza claramente operativa.

Cada uno de éstos, para aquellos que desean tales exploraciones, tiene que ver con un aspecto bastante diferenciado de La Caída de Arturo y su interés intrínseco:

El  primero de ellos, «El poema en la tradición artúrica», sencillo en su propósito al evitar la interpretación especulativa y teniendo un alcance muy limitado, a pesar de ser un tanto extenso, es una exposición de la derivación del poema de mi padre a partir de tradiciones narrativas particulares, así como sus divergencias respecto de ellas.  A tal fin he consultado principalmente dos obras en inglés: el poema medieval conocido como «The Alliterative Morte Arthure» y las reveladoras historias de sir Thomas Malory, con alguna referencia a las fuentes de este último. Con el fin de no ofrecer un mero y yermo compendio, he citado al pie de la letra cierto número de pasajes de estas obras, como ejemplos de estas tradiciones en una manera y un modo que difieren profundamente de la presente «Caída de Arturo en verso aliterado» de otra época.

No he visto necesario entrar en los oscuros orígenes de la leyenda artúrica y los tempranos siglos de su historia, y tan sólo diré aquí que es esencial para la comprensión de La Caída de Arturo admitir que las raíces de la leyenda derivan del siglo V, tras el final de la dominación romana en Bretaña con la retirada de las legiones en 410, y de recuerdos de batallas libradas por los britanos que resistían las desastrosas razias e incursiones de los invasores bárbaros, anglos y sajones, que se extendían desde las regiones orientales de su propia tierra. Téngase en cuenta que a lo largo de este libro los nombres «britanos» y «británicos» se refieren específica y exclusivamente a los habitantes celtas, y a su idioma.

A continuación de «El poema en la tradición artúrica» se encuentra una discusión sobre «El poema no escrito y su relación con El Silmarillion», una exposición de los variados escritos que aportan alguna indicación sobre los pensamientos de mi padre para la continuación del poema ; así como, un informe sobre «La evolución del poema», que es principalmente un intento de mostrar tan claramente como pude, dada la extremadamente compleja historia del texto, los cambios más importantes en la estructura a los que me he referido, junto con mucho trabajo de ejemplificación sobre su modo de composición. Por último, un breve «Apéndice» explica, con las propias palabras del autor, la importancia del empleo del «verso aliterado» en inglés antiguo en este poema: su único poema «artúrico».