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John D. Rateliff, ‘El Hobbit’

El siguiente artículo escrito por John D. Rateliff, autor de The History of the Hobbit, presenta un breve estudio sobre la historia del libro, desde el día en el que surgió la palabra «hobbit» en la mente de J.R.R Tolkien, hasta la publicación de la novela en 1937, y su éxito continuado. Para conocer otro enfoque, les invitamos a leer el artículo asociado «El Hobbit, una piedra angular». 

Una historia inesperada (1930)

El detonante de la historia tuvo lugar durante el verano de 1930, mientras el autor, que ya tenía casi 38 años, revisaba unos doscientos trabajos de sus estudiantes, y apuntó en una página en blanco las palabras en un agujero en el suelo vivía un hobbit. Como la palabra «hobbit» había surgido espontáneamente, Tolkien se preguntó qué clase de criatura podría ser y, durante aquel verano o en las siguientes vacaciones de Navidad, comenzó la historia de un personaje de baja estatura, muy hogareño (el cual recuerda en varios aspectos a los hobs y a los brownies de la tradición popular), que se ve repentinamente obligado a abandonar su confortable hogar y su tranquila rutina para partir a la aventura.

La primera fase de la historia no ocupa más espacio que el primer capítulo, pero en ella Tolkien presenta al pueblo de los Hobbits, al propio Bilbo, al mago, a los Enanos y el objetivo de la búsqueda – Cabe señalar que por aquel entonces Gandalf se llamaba Bladorthin (¡Gandalf era el nombre del jefe de los Enanos!), mientras que Smaug se llamaba Pryftan.

La historia se detuvo en este punto, así como los prometedores comienzos que Tolkien imaginó y abandonó a lo largo de su vida. Sin embargo, el autor la retomó de manera excepcional aproximadamente un año más tarde, durante el verano o invierno de 1931. Muy ocupado a causa de sus responsabilidades como profesor, tutor y funcionario, disponía de escasas ocasiones para la creación literaria durante el periodo lectivo, por lo que realizó la mayor parte de su trabajo para El hobbit en períodos sueltos durante las vacaciones de los dos siguientes años.

 

MS. Tolkien 21, fol. 130.

La segunda y la tercera fase de El Hobbit (1923-33)

Durante la segunda fase (el periodo más continuado de elaboración), Tolkien retomó el relato donde lo había abandonado, añadiendo el ataque de Smaug y la destrucción del Reino bajo la Montaña, así como el episodio en el que el mago relata cómo consiguió el mapa. Después, el autor continuó la narración hasta la escena en el salón de Beorn, antes de interrumpirla para esbozar algunas notas sobre la continuación de la historia. Retomando el hilo de la narración (probablemente durante la primavera de 1932), llevó a su héroes a través del Bosque Negro, hasta que son capturados por Elfos Silvanos; y luego volvió a tomar apuntes, esbozando por primera vez el resto de la historia hasta el final. Por último, durante el verano de 1932, continuó el relato hasta la escena en la Colina del Cuervo, tras la muerte de Smaug.

Tolkien se interrumpió en este punto para reconsiderar algunas complicaciones que habían surgido, como la inesperada aparición de otro pretendiente legítimo del tesoro de Smaug, personificado por Bardo el Matador del Dragón, cuya llegada no estaba prevista en sus notas.

Al decidir que dejaría que Thorin sucumbiera a la enfermedad del dragón y separar a Bilbo de sus compañeros de viaje, Tolkien emprendió lo que podemos considerar la tercera fase, mecanografiando la historia hasta este último punto. Luego, escribió los últimos capítulos a gran velocidad (entre diciembre de 1932 y enero de 1933), llevando la historia hasta su final, hasta la eucatástrofe (término acuñado por el autor para designar lo contrario de la catástrofe, es decir, un cambio positivo y repentino en el curso de los acontecimientos. Consultar nuestro Glosario), seguido por un desenlace tranquilo, con el regreso de Bilbo a casa: «… y uno de vuelta».

La «sopa» del cuento: un libro para niños basado en filología

Todos los elementos que nutrieron la imaginación de Tolkien se encuentran en El hobbit: su erudición, las historias que inventaba para sus hijos, su Legendarium y sus invenciones lingüísticas. Este libro confirmó su madurez como escritor: dio forma a un marco para su peculiar voz narrativa y creó un modelo literario situado entre la novela juvenil inglesa clásica (El Viento en los Sauces de Kenneth Grahame, 1908) y el romance seudo-medieval (como The Well at the World’s End de William Morris, 1896).

Las lenguas inventadas por Tolkien, su «Vicio Secreto», que absorbió gran parte de su energía creativa a lo largo de su vida e inspiró tanto su obra, desempeñan un papel sutil pero significativo en El Hobbit. De hecho, muchos de los nombres propios con los que Bilbo se encuentra tras haberse marchado de Bolsón Cerrado, proceden del élfico sindarin (o noldorin, según su primera denominación): Elrond, Gondolin, Orcrist, Glamdring, Galion, Esgaroth, Girion, Bladorthin, Gundabad, etc. (exceptuando principalmente a Beorn, el cual procede del inglés antiguo). La yuxtaposición con los nombres en nórdico antiguo de los compañeros de Bilbo crea la sensación de adentrarnos en un mundo prehistórico, olvidado, en donde las tradiciones perdidas seguían vivas – es decir, La Tierra Media. La erudición de Tolkien en inglés e islandés antiguo hace que la mayoría de los nombres de los Enanos fueran tomados del Dvergatal (catálogo de los Enanos), que se encuentra tanto en la Edda poetica (Edda mayor) como en la más reciente Edda prosaica (Edda menor).

Además, Tolkien se sirvió de sus habilidades como narrador de historias para sus hijos (contando sus cuentos en primer lugar). Esta tradición se inició a principios de los años veinte, cuando su hijo mayor sólo tenía tres años, con Las Cartas de Papá Noel. (Ver también nuestra Galería.) Luego con Roverandom (alrededor de 1925), los poemas de Bimble Bay, como «La visita del dragón» (hacia 1928), Egidio, el granjero de Ham (a finales de los años veinte), y algunos años más tarde, El señor Bliss. A lo largo de estos relatos y de los que nunca fueron registrados por escrito, Tolkien aprendió a contar apasionantes historias alimentadas por su amor por los dragones, los magos y la aventura, adaptándolas para cautivar a una audiencia específica: sus propios hijos.

‘El señor Bolsón empezó como un cuento cómico entre los Enanos convencionales e incoherentes de los cuentos de hadas de Grimm, y no tardó en atravesar la valla de sus límites, de modo que aun Sauron el terrible atisbó por encima de ella.’

J.R.R. Tolkien, carta n°19, Cartas.

«… Aun Sauron el terrible atisbó por encima de ella.»: una historia arraigada en la «mitología»

Por aquel entonces, la «mitología» de Tolkien estaba compuesta por un conjunto de relatos en prosa, poesía lírica, narraciones versificadas, mapas, anales y abundante material lingüístico. La única obra en la que Tolkien declara haberse «basado conscientemente» para El Hobbit es el «Silmarillion», es decir, su Historia de los Elfos. De modo que todos los amigos y enemigos con quienes se encuentra Bilbo durante su gran viaje, aparecen por primera vez en el «Silmarillion»: magos, Enanos, Elfos, Trasgos, Huargos, águilas, arañas gigantescas y, por supuesto, el dragón. El Hobbit hace también referencia a lugares, personajes y acontecimientos procedentes del Legendarium, como el Bosque Negro (Taur-na-Fuin), Elrond, la caída de Gondolin y la lucha entre Thingol y los enanos. El manuscrito de El hobbit incluye, además, una mención a propósito de la victoria de Beren y Lúthien sobre el Nigromante, suceso descrito en la Balada de Leithian.

¡Por fin! La publicación

Aunque la historia se terminase en enero de 1933, parece que Tolkien no buscaba un editor. A lo largo de los tres años y medio siguientes, no sólo leyó El Hobbit a sus hijos, sino que incluso prestó el manuscrito a amigos, incluyendo a la Madre Superiora de un convento local, a las hijas de un amigo y a su antigua alumna Elaine Griffiths.

Fue ella quien, en el verano de 1936, sugirió a Susan Dagnall, una empleada de la editorial Allen & Unwin, pedir al profesor Tolkien que le prestase el manuscrito «extremadamente bueno» titulado El Hobbit. Así lo hizo Dagnall, considerando que el libro debía ser publicado. Tolkien revisó entonces el manuscrito mecanografiado y escribió una nueva versión de los últimos capítulos del original para entregar a la editorial George Allen & Unwin una versión acabada en octubre de 1936. Stanley Unwin le confió a Rayner, su hijo de diez años, la tarea de leer el texto y de realizar un informe desde su percepción como niño.

El entusiasmo de Rayner Unwin fue determinante: «Este libro, que tiene mapas y no necesita ilustraciones, es bueno y debería gustar a todos los chicos de entre 5 y 9 años.» Tolkien volvió entonces a dibujar los mapas, creó ilustraciones (en blanco y negro, y luego en color), diseñó la sobrecubierta y revisó otra vez el texto para su publicación definitiva.

El Hobbit se publicó el 21 de septiembre de 1937 y tuvo un éxito inmediato.
Se vendieron miles de ejemplares durante los seis primeros meses, y recibió, entre otras distinciones, el premio al mejor libro de literatura juvenil atribuido por el New York Herald Tribune. Aquel éxito no se desmintió, ni siquiera el día del 75 aniversario de su publicación, en 2012. El Hobbit ha sido traducido a unas sesenta lenguas, es decir ¡diez de más que El Señor de los Anillos!