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Las Aventuras de Tom Bombadil y otros poemas

Daniel Lauzon reviews Tolkien’s poetry, looking particularly at his practice of re-using and re-purposing earlier verse and his skillful handling of metre.

¿Quién no recuerda, al leer por primera vez El Señor de los Anillos, la inesperada aparición de Tom Bombadil, con su extraño atuendo?
Aparece como un ser excepcional, acompañado de sus canciones absurdas y su entusiasmo contagioso, surgido de la nada en medio del Bosque Viejo: tan cerca de la tierra de los hobbits y, sin embargo, tan lejos. Lo cierto es que Tom Bombadil no encaja totalmente en la Tierra Media, donde, sin embargo, abundan las maravillas. ¿Quién es y de dónde viene?
Nadie lo puede asegurar. Sigue siendo un misterio, y el hecho de que haya sido creado en un contexto que no tiene nada que ver con las leyendas de Arda no parece ser ajeno.

«Chaqueta azul brillante y botas amarillas»

Tom Bombadil era el nombre de un muñeco de trapo que pertenecía a Michael, el segundo hijo de J.R.R. Tolkien. A su hermano mayor, John, no le gustaba mucho este juguete, y un día decidió tirarlo por el inodoro. El muñeco fue salvado de su cruel destino y se convirtió en el tema principal de un poema, «Las aventuras de Tom Bombadil», publicado en 1934 en el Oxford Magazine, es decir, veinte años antes de la publicación de El Señor de los Anillos. Los capítulos «bombadilianos» de la novela están profundamente inspirados en este poema, en el que Tom Bombadil conoce a Baya de Oro (con quien se casa al final del poema), al Viejo Hombre-Sauce y a un Tumulario, en una sucesión de episodios de tono humorístico que llegan siempre al mismo desenlace.

Cover design by Pauline Baynes for the first edition published in 1962

Gracias a la insistencia de su tía Jane Neave, que le preguntó si podría publicar «un libro pequeño que hablara de Tom Bombadil», Tolkien resucitó, en 1961, los diferentes poemas (escritos casi todos antes de 1940) que formarían la recopilación publicada el año siguiente bajo el título Las aventuras de Tom Bombadil y otros versos del Libro Rojo. El resultado quedó tan heterogéneo que Tolkien trató de dotarlo de mayor coherencia añadiéndole un prefacio pseudo-erudito en el que explica que todos los poemas proceden, en realidad, del Libro Rojo, fuente ficticia de El Hobbit y de El Señor de los Anillos, en la que pretende apoyarse.

Una poesía ingeniosa y variada

De los dieciséis poemas que componen este poemario, solamente uno fue escrito expresamente para él: «El paseo en bote de Tom Bombadil». Está basado en el mismo modelo que el poema epónimo, con versos de cuatro acentos, muy frecuentes en la poesía inglesa, la cual es rítmica y no silábica. Sin embargo, desde un punto de vista métrico, cabe destacar el tercer poema del libro, titulado «Errabundo», como una de las más notables creaciones de Tolkien. Este poema presenta una métrica innovadora, inventada por Tolkien, en la que las tres últimas sílabas de los versos impares contienen asonancias o aliteraciones con respecto a las primeras sílabas de los metros pares. Los versos impares poseen rima interna, y los versos pares riman entre sí. He aquí un ejemplo, en el que los lectores más atentos podrán notar un cierto parentesco con la canción de Eärendel cantada por Bilbo :

of crystal was his habergeon,
his scabbard of chalcedony;
with silver tipped at plenilune
his spear was hewn of ebony.
His javelins were of malachite
and stalactite—he brandished them,
and went and fought the dragon-flies
of Paradise, and vanquished them.

(De cristal fue su armadura, de calcedonia la vaina; y en el plenilunio, con ébano y plata talló su lanza. Venablos de malaquita y estalactica blandió, y fue y venció en Paraíso a muchas moscas-dragón.)

El poema «Gato», más corto, revela una forma igual de ingeniosa y exigente:

The fat cat on the mat
may seem to dream
of mice that suffice
for him, or cream;
but he free, maybe,
walks in thought
unbowed, proud, where loud
roared and fought
his kin, lean and slim…

(El gato, ante su plato, hace rato que sueña: al parecer, devora en leche y escabeche ratones a placer; mas es posible que, tigre libre, vaya vagando, cuando, erguido y furtivo, oye un rugido: va riñendo y bramando sus enjutos y asados congéneres… )

«La vaca saltó sobre la luna»

El bestiario de las aventuras no se limita a los felinos. «Fastitocalón» es la historia de una tortuga gigante sobre la que desembarcan incautos marineros, pensando que es una isla; mientras que «Olifante», cuya primera versión, mucho más larga, data de los años veinte, es el poema que recita Sam en El Señor de los Anillos. En un registro más sombrío, los «Maulladores» son criaturas siniestras que acechan a los viajeros «a la orilla de un estanque sin viento y marea, sin ver el sol ni la luna», antes de devorarles.

Estas obras tempranas tienen, a menudo, un tono ligero, incluso cómico. Así, en «El Hombre de la Luna descendió con premura», el protagonista desciende del astro gris para disfrutar de la belleza y de los alimentos terrestres, pero se resbala de la escalera y cae en el océano. Después de haber pasado la noche en busca de juerga y de regocijo, debe satisfacerse con gachas frías de hace dos días, a cambio de una considerable suma de dinero. Es la contrapartida a «Al Hombre de la Luna se le hizo un rato tarde», canción cantada por Frodo en la posada de Bree. Y si «El troll de Piedra» era, por su divertida historia y sus hallazgos rítmicos y sonoros, una de las canciones más memorables de El Señor de los Anillos, «Perry Guiños», su hermana gemela, también merece ser conocida.

«Llevé mis años a la orilla del mundo»

Tras dos poemas decididamente sombríos, «La novia-sombra», único en su género, y «El tesoro» (que trata de enanos, maleficios, dragones y oro… inspirado en un verso de Beowulf y en la poesía en inglés antiguo); el poemario termina con otras dos piezas de carácter más introspectivo. En «La campana de mar», la metáfora arroja amplias sombras, que hacen eco a la llamada del mar y a los cantos de Faerie, «el más pobre [de los poemas]», según Tolkien, pero el cual W.H. Auden, el poeta angloamericano, consideró «maravilloso». «El último navío», en el que la melancolía de los Puertos Grises de Lindon se transpone al Gondor de la Cuarta Edad, concluye esta recopilación.

Faerie, mitología y épica

Cabe destacar la influencia que tuvieron estas obras, en su mayoría antiguas y reelaboradas a lo largo de los años, en El Hobbit y El Señor de los Anillos. La primera versión de «La princesa Mee» se remonta a 1915, cuando Tolkien empezó a escribir con más regularidad («El Libro de los Cuentos Perdidos» data de 1916-1917) y publicó sus primeros poemas. Durante la década de 1920, algunos fueron publicados en revistas, primero en Leeds y luego en Oxford. Fue en esta época cuando compuso sus Cuentos y canciones de Bimble Bay, cuyos ejemplos fueron publicados en El Hobbit Anotado, editado por Douglas A. Anderson.

En Leeds, Tolkien comenzó a componer su primera obra poética de gran relevancia: «La balada de los Hijos de Húrin», un largo poema en verso aliterado (según la tradición de Beowulf), dejado de lado a mediados de la década de 1920 a favor de «La balada de Leithian», escrito en pareados octosilábicos. Estas importantes obras, vinculadas a «El Silmarillion», fueron editadas por Christopher Tolkien en Las baladas de Beleriand (Historia de la Tierra Media, III).

El anglosajón y el nórdico

Respecto a su actividad académica, al margen de las leyendas de la Tierra Media, Tolkien realizó traducciones de poemas medievales, como los de Sir Gawain y el Caballero Verde, Perla, y Sir Orfeo, publicados en 1975. En lo que atañe a «The Homecoming of Beorhtnoth, Beorhthelm’s Son» (aún inédito en castellano), se trata de un diálogo entre dos servidores encomendados a recuperar el cuerpo de su señor, inspirado en La batalla de Maldon, un poema en inglés antiguo.

«La balada de los völsungos» y «La balada de Gúdrun» (publicados en La leyenda de Sigurd y Gúdrun) retoman episodios de la saga islandesa de los völsungos; mientras que La caída de Arturo, basada en la leyenda medieval del héroe epónimo, fue editada por Christopher Tolkien en 2013. Por su parte, «La balada de Aotrou e Itroun» narra la trágica historia de una pareja de nobles bretones traicionados por una bruja. Muy estimado por especialistas, aun no ha sido reeditado desde su publicación en la revista Welsh Review, en 1945.

La creación de mitos

En su abundante poesía, Tolkien muestra las mismas habilidades narrativas que le conocemos en sus obras en prosa. Pero si hubiera que destacar un poema en el que Tolkien entregue la esencia de su arte, de «creador de leyendas», bien se trataría de «Mitopoeia», dedicado «a aquel que dice que los mitos son mentiras […], aun dichos a través de plata»:

He sees no stars who does not see them first
of living silver made that sudden burst
to flame like flowers beneath an ancient song,
whose very echo after-music long
has since pursued.

(No ve ninguna estrella quien no ve ante todo, hebras de plata viva que estallan de pronto, como flores en una canción antigua, que el eco musical desde hace tiempo, persigue.)