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Tom Shippey, ‘El Señor de los Anillos, El Libro del Siglo’

Tom Shippey, autor de J.R.R. Tolkien: Autor del siglo, comenta las razones del atractivo de El Señor de los Anillos, una de las obras literarias más queridas del siglo pasado.

El Señor de los Anillos es la obra de ficción más querida del siglo XX. Esta afirmación no se fundamenta solo en el número de ejemplares vendidos, sino en las reacciones de los lectores. Muchos que han leído El Señor de los Anillos vuelven a leerlo una y otra vez, a veces haciendo de ello un evento anual. Otros se toman la molestia de leerlo en voz alta a sus hijos o a sus nietos. Una respuesta común es terminarlo, y después tratar de escribir algo parecido: muchos escritores prominentes de literatura fantástica han admitido que fue así cómo comenzaron sus carreras. Una de ellas declaró que se sintió abatida al terminarlo, porque se temía que nunca fuera a encontrar nada que pudiera satisfacerla de la misma manera. Este éxito no se debe a campañas publicitarias en los medios de comunicación, ni a su adherencia a una moda, y desde luego no se debe al apoyo de las instituciones educativas. Es el resultado de una respuesta genuina, sincera y popular, tan inesperada como impredecible.

Una de las razones de la popularidad de esta obra seguramente reside en la creación de la propia Tierra Media, un nuevo continente imaginativo en el que, según parece, todavía quedan cosas por explorar. La Tierra Media está llena de civilizaciones y razas —Gondor y los Jinetes, Elfos y Enanos, Ents y Trolls, cada una con su propia historia— que podrían proporcionar aún más relatos y más historias; tal es nuestra sensación como lectores, y es la que Tolkien quería generar en nosotros. La Tierra Media también está llena de maravillas, como el Bosque Negro y Fangorn, las Cuevas Centelleantes de Aglarond, Lothlórien y la Ciénaga de los Muertos, los Senderos de los Muertos, Moria y las Grietas del Destino. ¿A quién no le gustaría irse de vacaciones a Ithilien, hacer senderismo en Acebeda, o visitar (adecuadamente escoltado por Montaraces) los Muros de los Muertos, que una vez fue Norburgo de los Reyes, o Fornost Erain? Además, más allá de lo visible, se junta lo medio visible: los Tumularios, el Viejo Hombre-Sauce y los ucornos, Bombadil y Baya de Oro y los seres que envían la tormenta de nieve sobre Caradhras el Cruel. Las preguntas planteadas en la historia engendran más historias, al igual que lo hacen las muchas historias meramente insinuadas, medio narradas a lo largo de la obra: historias sobre Gil-galad, Beren, Durin, los gatos de la Reina Berúthiel. La Tierra Media ha resultado ser inagotable.


Tolkien’s illustration of Mallorn trees in Lothlórien.

Tolkien habría sido el primero en reconocer que la Tierra Media no era del todo su propia invención, porque incorpora muchos elementos de la tradición popular de Inglaterra y el antiguo mundo nórdico, del que Tolkien sabía tanto. Sin embargo, un elemento de su imaginación completamente novedoso es la raza de los Hobbits. Resulta significativo que no se mencionen en los anales de los Elfos; ni siquiera los Ents, con su memoria enciclopédica, los conocen. Los Hobbits son criaturas insospechadas, difíciles de encontrar en la fantasía épica, siendo pequeños, notablemente pacíficos —a lo largo de toda la historia de la Comarca, ningún hobbit ha matado nunca a otro intencionadamente— y además no tienen habilidades especiales en el arte de la magia o la autodefensa. Lo mejor que uno puede decir de ellos —y resulta más bien suficiente— es que no se rinden nunca, y es difícil suprimir su sentido de humor por mucho tiempo; ni siquiera en Mordor, en manos de los Orcos, o en las Escaleras de Cirith Ungol. Proporcionan un modelo de heroísmo completamente nuevo para el siglo XX.

Al mismo tiempo, y en un siglo cuyos modos literarios a menudo han estado marcados por la ironía, el escepticismo o la desilusión, El Señor de los Anillos asume la tarea de presentar modelos de heroísmo mucho más tradicionales. Aquí, la competencia es intensa; va desde Aquiles en la Ilíada, pasando por Eneas, Beowulf, Roldán y Lanzarote, y abarca gran parte de la historia literaria temprana. Sin embargo, Aragorn, Boromir y Éomer, cada uno de una manera diferente, no quedan derrotados en esta comparación. La muerte del Rey Théoden en la Batalla de los Campos del Pelennor no tiene rival en cuanto a virtuosismo o patetismo. Muchos lectores han visto en El Señor de los Anillos un grito de guerra contra la desilusión, la pérdida de la fe y de la esperanza. “A pesar de todo, debemos mantener la esperanza” dice Gandalf, y sus palabras han servido de inspiración para mucha gente en el mundo real.


Bird’s eye view of Mordor and Mount Doom

Por lo demás, el mundo real nunca está muy alejado de El Señor de los Anillos. La vida de Tolkien fue ensombrecida por dos guerras mundiales, y por el auge de poderosas dictaduras. La obra de Tolkien versa sobre asuntos fundamentales: ¿cuál es el origen del mal? ¿Por qué es capaz de volver después de cada derrota? ¿De qué sirve resistirlo, si parece irreprimible? En el núcleo de su obra está la convicción de que nadie puede llevar el Anillo sin caer bajo su poder, ni siquiera Gandalf o Galadriel, ni tampoco (al final) Frodo. Cualquiera que comience a usar el Anillo se convertirá en un Espectro del Anillo al final. Ninguna buena intención puede perdurar. La aplicabilidad de todo esto al siglo XX, y más allá, resulta evidente, y ha convencido a muchos autores. Los lectores también aprecian en la obra avisos proféticos sobre los peligros para el medioambiente. En el lado positivo, se podría decir que —a pesar de que en la obra no existen referencias explícitas al Cristianismo y apenas hay referencias a religiones de ninguna clase— a través de su estructura global, extremadamente compleja, expresa una idea consistente acerca de la naturaleza de la Providencia: Gandalf es tanto un senescal como un mensajero, y se percibe una fuerte presencia de poderes que operan desde más allá de los confines de la Tierra Media, aunque actúan a través de lo que para nosotros parece ser la casualidad, y sin reducir el libre albedrío y la responsabilidad de los personajes.

Un último apunte sobre El Señor de los Anillos es que ha sido imitado más que ninguna otra obra literaria de sus tiempos, pero sigue siendo única. ¿Cuál es su género? Tiene muchas de las cualidades de la épica, especialmente la sensación de la pérdida, del fin de una era, que queda enfatizada en su sosegado y sutil final. Podría considerarse un romance de búsqueda, si no fuera porque en lugar de emprender la búsqueda de algo, el objetivo de la Comunidad del Anillo reside en deshacerse de un objeto. Se podría decir que El Señor de los Anillos es un vasto cuento de hadas (tal y como Tolkien lo define en su ensayo Sobre los cuentos de hadas), increíblemente sobredesarrollado y provisto de mapas, apéndices e índices. Sin embargo, se narra como una novela moderna, llena de detalles, diálogos y personajes secundarios, aunque contiene mucha más variación estílistica que cualquier otra novela. Tampoco hay que olvidar que El Señor de los Anillos, aparte de todo lo demás, contiene unos sesenta poemas y canciones, de diferentes estilos y en diversas lenguas. Todo esto, se podría pensar, es mucho más de lo que sería necesario para crear incluso un superventas. Sin embargo, El Señor de los Anillos no fue concebido como un superventas en potencia. Para Tolkien fue, desde el principio, una obra de su corazón, que expresaba su amor por la Tierra Media, por las tradiciones populares que él reimaginó, por un modo de vida que en los tiempos de Tolkien se encontraba bajo amenaza de muerte, y no solo por las fuerzas del exterior. Es este amor lo que ha encontrado un eco en los corazones de tantos lectores.