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La Leyenda de Sigurd y Gudrún ~ Resumen en prosa

He aquí un resumen en prosa de La Nueva Balada de los völsungos y de La Nueva Balada de Gudrún, redactado por Christopher Tolkien para nuestro sitio Web. Este resumen se refiere a la versión de J.R.R. Tolkien publicada en La Leyenda de Sigurd y Gudrún en 2009.

El texto principal de la La leyenda de Sigurd y Gudrún está compuesto por dos largos poemas: La nueva balada de los völsungos y La nueva balada de Gudrún. Teniendo en cuenta el estilo antiguo y la métrica adoptados por el autor, esperamos que la siguiente sinopsis de la historia escrita por Christopher Tolkien facilite la compresión del poema al lector que esté poco familiarizado, tanto con la leyenda, como con esta forma poética.

La Nueva Balada de los Völsungos

Hubo una época antigua
cuando Ódin caminó,
junto a las amplias aguas
al principio del mundo;
Loki de pies velocesa
a su izquierda corría
a su derecha Hœnir,
avanzaba junto a él.

Se cuenta que estos tres tres Dioses Ases (llamados Æsir, en lengua nórdica), Odín (el más grande de los dioses del norte), Loki y Hœnir, llegaron a una cascada donde vivía el enano Ándvari. Bajo la catarata, vieron a una nutria que había capturado un salmón; pero Loki le lanzó una piedra y la mató.

Los dioses siguieron su camino hasta que encontraron la casa de un tal Hreidmar, a quien mostraron la piel de la nutria. Pero ésta era, en realidad, el hijo de Hreidmar, que había tomado esa forma para pescar. Hreidmar llamó entonces a sus otros hijos, Fáfnir y Regin, quienes apresaron y encadenaron a los Ases, exigiendo que pagasen por lo que habían hecho, recubriendo y llenando de oro la piel de la nutria, de forma que no pudiera verse parte alguna del animal

Loki recorrió tierras y mares en busca de Rán, la esposa del dios marino, y obtuvo de ella la red con la que rescataba a los hombres que se ahogaban en los oleajes. Con esta red, capturó al enano Andvari, que pescaba en sus cascadas. Andvari pagó su propio rescate con su tesoro, tratando de conservar un pequeño anillo de oro; pero Loki lo vio y se lo arrebató. Entonces Andvari maldijo el anillo. Cuando Loki regresó a casa de Hreidmar, Odín vio el anillo, sintió codicia y se apoderó de él. Después, Hreidmar y sus hijos rellenaron y cubrieron la piel de la nutria con el oro de Andvari, pero al mirarla con atención, Hreidmar vio un pelo, y exigió que lo ocultaran también. Entonces Odín sacó el anillo y cubrió el pelo con él.

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Había un rey en el norte, descendiente de Odín, llamado Völsung. Sigmund y Signý eran sus hijos mayores: Signý era sabia y podía predecir el futuro. Además, Völsung tenía otros nueve hijos.

El salón de Völsung estaba sostenido por un gran árbol, cuyas ramas eran las vigas. Sobre ellas, cantaban los pájaros. Un rey llamado Siggeir vino a pedir la mano de Signý, pero ésta se mostró reticente. Sin embargo, a pesar de sus premoniciones, la petición de Siggeir fue aceptada. Al llegar el día señalado, Siggeir y muchos otros invitados acudieron al país de los völsungos para celebrar el festín de boda.

Durante el banquete, en una oscura noche de viento, se abrió de repente la puerta del salón y entró un hombre. Era un anciano alto, con barba blanca, envuelto en una larga capa. Era Odín. De debajo de su capa sacó una espada que clavó en el tronco del gran árbol, invitando a quien se atreviera a sacarla. Muchos se esforzaron en vano, hasta que Sigmund, hijo de Völsung, la sacó con soltura. Siggeir se ofreció a adquirirla a buen precio, pero Sigmund rechazó su oferta con desprecio. Fue el principio del odio.

A pesar de sus premoniciones, Signý tuvo que abandonar la casa de los völsungos para marcharse con Siggeir. Más tarde, ese mismo año, Völsung y sus hijos fueron invitados a Götaland, el reino de Siggeir; pero cuando desembarcaron, Signý les recibió para advertirles de lo que Siggeir les había preparado. Siguió una batalla en la que Völsung murió, y sus hijos fueron capturados y encadenados en el bosque. Noche tras noche, una enorme loba acudía a devorarles uno a uno, hasta que no quedase más que Sigmund. En la décima noche, Sigmund logró matar a la loba y escaparse hacia el bosque, donde se escondió.
Signý, que no pensaba más que en vengarse de Siggeir, acabó por transformar su apariencia en la de una hechicera. Entonces, la hechicera, bajo la apariencia de Signý, durmió con Siggeir durante tres noches, mientras que Signý, con la apariencia de la hechicera, se acostaba con su hermano Sigurd. El hijo nacido entre ambos se llamó Sinfjötli. Su padre y él vagaron por los bosques convertidos en hombres-lobo. Cuando llegó el momento adecuado, se encaminaron de noche hasta el salón de Siggeir y le prendieron fuego. Siggeir murió entre las llamas, pero cuando Sigurd le pidió a Signý que se apartase de ellas, se negó a hacerlo.

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Tiempo después, Sigmund y Sinfjötli regresaron al salón de Völsung, sostenido por el gran árbol; y allí, gobernaron juntos. Sigmund se casó con una mujer que odiaba a Sinfjötli. Ésta le asesinó en el salón ofreciéndole un brebaje envenenado.

Sigmund, con gran desconsuelo, llevó su cadáver hasta la orilla del mar. Allí se le apareció Odín, disfrazado de timonel de un pequeño barco, cogió el cuerpo de Sinfjötli, se lo llevó y desapareció.

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Sigmund se quedó sin reina y sin hijos, hasta que en su vejez, se casó con una mujer llamada Sigrlinn. Su tierra fue invadida por grandes ejércitos enemigos y, mientras Sigmund luchaba ferozmente contra ellos en el campo de batalla, apareció frente a él un anciano encapuchado, con una oscura capa y armado de lanza. Cuando Odín alzó su lanza contra la espada de Sigmund, la misma que el propio Odín le había regalado en casa de los völsungos, y que Sigmund había extraído del tronco del gran árbol, la espada se rompió.
Sigmund cayó en combate. Sigrlinn encontró a Sigmund mortalmente herido en el campo de batalla, pero éste le dijo que no deseaba curarse, pues Odín lo había reclamado. Antes de morir, le reveló que daría a luz a un hijo, el heredero de Völsung, y que guardara los fragmentos de la espada, llamada Gram, regalo de Odín, porque ésta debía rehacerse a partir de ellos.

Después de la muerte de Sigmund, Sigrlinn se desposó con el rey de otra tierra y su hijo, llamado Sigurd, fue enviado a Regin, hijo de Hreidmar, para que lo educara. Regin era un famoso herrero, experto en muchas otras artes. Le contó a Sigurd la historia del oro de Andvari; le contó también cómo Fáfnir, su hermano, había matado a Hreidmar, su padre, para apoderase del tesoro y cómo negándose luego a compartirlo con él se convirtió en un terrible dragón que construyó su guarida en el monte Gnitaheiði.

 

Así pues, Regin incitó Sigurd a que matase a Fáfnir. Le forjó dos espadas, pero Sigurd las rompió una tras otra. Entonces, obtuvo de su madre Sigrlinn los fragmentos de la espada Gram, que había pertenecido a su padre, y con ellos Regin le forjó una espada incomparable.

 

 

Guiado por Odín, Sigurd eligió un caballo llamado Grani (famoso en la leyenda), y junto a Regin cabalgó hacia Gnitaheiði. Allí se escondió en un hueco cavado en el camino del dragón, hasta que éste saliera de su guarida para ir a beber. Cuando apareció Fáfnir, le atravesó el corazón con su espada Gram. Fáfnir se desplomó, sin vida, y Regin le sacó el corazón pidiéndole a Sigurd que lo asara. Así lo hizo, pero lo tocó, y, al llevarse los dedos a la boca, lo probó.

De repente, entendió lo que decían los pájaros encaramados a las ramas de las pérfidas intenciones de Regin respecto a él. Se dio la vuelta y al ver a Regin arrastrándose sobre la hierba, hacia él, lo mató. Después, entró en la guarida de Fáfnir, cargó el tesoro a lomos de Grani, y se marchó de Gnitaheiði.

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Más tarde, Sigurd llegó a una montaña llamada Hindarfell, en cuya cumbre vio un fuego y relámpagos. Cabalgó entre las llamas hasta la cima y descubrió que rodeaban a un caballero, que yacía dormido con su armadura. Cuando Sigurd le levantó el yelmo, se dio cuenta de que era una mujer. Supo que se llamaba Brynhild y que era una Valkiria, una guerrera de Odín, a la que el Dios había adormecido por haber desobedecido sus órdenes.

En la cumbre de la montaña, Sigurd y Brynhild se juraron fidelidad; pero se separaron pronto, ella regresó a su tierra; y él se marchó hacia la de los niflungos, en el Rhin.

Sigurd fue recibido con honor en las estancias de Gjúki y Grímhild, los reyes niflungos, y allí permaneció mucho tiempo. Se hizo compañero de armas de Gunnar y Högni, los príncipes niflungos, y luchó junto a ellos en sus guerras. La reina Grímhild era una mujer siniestra y pérfida, experta en brujería. Grímhild observó a Sigurd y pensó en sus grandes cualidades y enormes riquezas. También pensó en la gran belleza de su hija, Gudrún. Pero como Sigurd no podía olvidarse de su amada Brynhild, dedujo que pronto partiría a su encuentro.

Se celebró un gran festín, durante el cual Grímhild ofreció a Sigurd una poderosa pócima que había preparado: era una poción del olvido. Éste la bebió y todos los recuerdos de Brynhild se desvanecieron de su mente.

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Así pues, Sigurd y Gudrún fueron desposados. Durante la boda, Gunnar y Högni, príncipes de los niflungos, sellaron con sangre un juramento de hermandad con Sigurd. Grímhild volvió entonces sus pensamientos hacia las nupcias de su hijo Gunnar, y le habló de Brynhild, diciéndole que Sigurd cabalgaría a su lado cuando saliera a cortejarla y que les ayudaría con artimañas de brujería. Sigurd y los niflungos cabalgaron hacia el salón de Brynhild, el cual estaba rodeado por un fuego, que ella había provocado como muralla contra todos sus pretendientes, excepto Sigurd. Como Goti, el caballo de Gunnar, se negó a cruzar el fuego, Gunnar le pidió a Sigurd que le prestase a Grani. Pero Grani, montado por Gunnar, también rehusó avanzar. Entonces, Sigurd, con la magia de Grímhild, tomó la apariencia de Gunnar, y Grani saltó por encima de las llamas. Bajo el aspecto de Gunnar, Sigurd llegó hasta Brynhild y le declaró su amor. Brynhild se encontraba confusa y llena de dudas, pero Sigurd le recordó su juramento de casarse con el hombre que atravesara el fuego. Compartieron el mismo lecho, pero él colocó entre ambos la espada Gram, desenvainada.
Al amanecer, mientras ella aún dormía, le quitó el anillo que llevaba en el dedo y puso en su lugar el Andvaranaut, el anillo de Ándvari. Después, se marchó.

Cuando llegó el día señalado, Brynhild fue a casarse con Gunnar. Durante la boda, Sigurd y Brynhild volvieron a verse, y, como dice el poema:

Como la piedra tallada,
miró ella pálida,
tan fría y quieta,
como labrada piedra.

Del corazón nublado,
se abrieron la sombras;
se recordaron promesas,
todas incumplidas.
Como piedra labrada,
firme, recia,
él permaneció sentado
sin hacer ningún gesto.

Un día en el que Sigurd salió de caza, Gudrún fue a lavarse el pelo en las aguas del Rhin y Brynhild se sumergió más profundamente en el río, para que el agua que había lavado el pelo de Gudrún no fluyera sobre el suyo. Acabaron por pelearse: Gudrún pretendió que la gloria del asesino de Fáfnir superaba cualquier otra, y Brynhild declaró que era menor, comparada con la del que atravesó las llamas. Ante esto, Gudrún se rió y dijo: «Quien atravesó a caballo tu fluctuante fuego, fue quien te entregó el anillo Andvaranaut, que llevas en la mano. ¿Lo consiguió Gunnar en Gnitaheiði? »

Comprendiendo lo que había sucedido, Brynhild, destrozada por el dolor; se alejó del río y se retiró a su dormitorio. Allí yació, lamentándose todo el día, rabiosa y dolorida, llena de desprecio y de odio hacia Gunnar y Gudrún, y maldiciendo a Sigurd cuando se acercó a su cabecera. Mintió a Gunnar, diciéndole que Sigurd había abusado de ella cuando estuvo acostado a su lado con la apariencia de Gunnar, y éste se lo creyó.

Por consiguiente, Gunnar visitó a Gotthorm (hermanastro de Gunnar y Högni), y lo incitó a matar a Sigurd, puesto que éste no había prestado ningún juramento de hermandad.

Entonces, Gotthorm llegó hasta la habitación donde dormía Sigurd, abrazado a Gudrún, y lo apuñaló. Antes de morir, Sigurd le dijo a su esposa:

Brynhild provocó esto:
me amaba como a nadie,
me trató peor que a ninguno,
y cometió la peor de las traiciones.
A Gunnar yo nunca
afrenté ni herí;
¡juramentos le hice,
y los cumplí!

Brynhild se enfrentó a los niflungos, por haber sido unos traidores miserables al no haber quebrantado los lazos de hermandad antes de recurrir al crimen, mientras que Sigurd siempre se había acordado de ellos: 

Una espada desnuda
colocó entre nosotros,
Gram yacía sombría,
Brillando sin vaina.

Luego, Brynhild, se arrojó sobre una espada, y murió. Se construyó una gran pira funeraria, en la que tumbaron a Brynhild junto a Sigurd, colocando entre ambos la espada.

Así murió Sigurd,
semilla de Völsung,
allí ardió Brynhild:
terminó la dicha.

La Nueva Balada de Gudrún

Había cesado el humo,
y se hundió la pira;
las cenizas el viento,
arrastraba frías.
Como el sol poniente
había muerto Sigurd;
y Brynhild ardió
como fuego llameante.

Se dice que tras el asesinato de Sigurd, Gudrún, deshecha de dolor, no volvió a mirar a sus hermanos o a su madre, y desapareció en el bosque. Por aquel entonces, había muerto Gjúki, el rey de los niflungos, y a sus hijos Gunnar y Högni les llegaron advertencias sobre el creciente poder de Atli, el rey de los Hunos, y el movimiento de sus tropas hacia el oeste. También se dijo que Atli, tan ávido de oro, oyó hablar del tesoro de Fáfnir, del cual se apoderaron los niflungos tras la muerte de Sigurd.

Los pensamientos de la reina Grímhild volvieron hacia su hija Gudrún y vio en su belleza cómo librarse de esta amenaza. Fueron a buscarla, y la encontraron. Vivía sola en una casa en el bosque, donde tejía un gran tapiz que relataba toda la historia, desde las cascadas de Andvari hasta la llegada de Sigurd a la corte del rey Gjúki. Gunnar y Högni le ofrecieron oro en compensación, pero Gudrún, aun llena de odio, lo rechazó. Grímhild intentó engatusarla, en vano, con las promesas del poder y las riquezas que tendría si llegaba a convertirse en la reina de Atli.

Finalmente, la vieja hechicera logró someterla a su voluntad con su mirada. Gudrún, desconsolada, se convirtió en la reina de los Hunos. Entonces, Atli juró respetar una tregua y una alianza duradera con sus hermanos. El rey de los Hunos estaba muy enamorado de Gudrún, y más aún del tesoro de Fáfnir, pero el oro que tanto codiciaba nunca salió del país de los niflungos. Gudrún, percibiendo lo que ocurría, presintió la desgracia.

Atli preparó un gran festín para huéspedes de todas partes del mundo y mandó a un mensajero llamado Vigni a realizar un largo viaje desde la tierra de los Hunos hasta el salón de los niflungos en Renania.

Cuando Vigni llegó, detalló las grandes riquezas, armas y armaduras que les esperaban en la corte de su señor. Gunnar sintió resentimiento ante el orgullo de Atli. Högni dijo que su hermana le había mandado un anillo, que tenía un pelo de lobo entrelazado, lo que habría de interpretar como una advertencia, y Gunnar recibió de Gudrún un mensaje grabado sobre runas que no indicaba ningún peligro. Pero al examinar las runas detenidamente, Grímhild vio que se superponían a otras, y que el significado subyacente era muy diferente. Vingi empleó entonces su última argucia, diciendo que Atli, ahora viejo, deseaba que fueran los gobernantes de su reino mientras sus hijos eran jóvenes. Högni no se dejó engañar, pero Gunnar, muy borracho, gritó que irían. Salieron con pocos hombres y cabalgaron por pantanos, bosques y llanuras, hasta atisbar desde las montañas la gran fortaleza de Atli, llena de hombres armados.

Cuando Högni golpeó las puertas cerradas, salió Vingi, complacido de constatar que cabalgaban hacia su propia muerte: pues la horca, los lobos y los cuervos les esperaban. Pero fue a Vingi a quien ahorcaron en un árbol, a la vista de los Hunos. A esto le siguió un feroz combate. Los Hunos fueron empujados desde el portillo hacia dentro y Atli salió, exigiendo el oro «que era derecho de Gudrún». Los niflungos se lo negaron con desdén, y se abrieron paso hacia las escaleras. Pero los hermanos tuvieron que retroceder y Gudrún, escuchando sus gritos, pidió ayuda a guerreros godos de la corte de Atli para que se alzaran contra sus amos.
Amparados por los godos, Gunnar y Högni llegaron hasta las estancias de Atli. Los niflungos le tenían a su merced, pero Gudrún abogó por él, y tuvieron que soltarle, no sin desdén. Liberado, Atli pidió refuerzos y los niflungos permanecieron encerrados en el salón, del que eran ahora defensores. El asedio duró cinco días; hasta que un consejero del rey instigó a éste a incendiar el salón. Los niflungos arrinconados fueron entonces capturados y encadenados. Högni fue arrojado a una oscura mazmorra, y Gunnar llevado a las estancias de Gudrún, donde le arrojaron a los pies de Atli, el cual le pisoteó. Gudrún lo vio; el destino de Atli también se precipitaba. Le rogó que no les matara, y Atli replicó que cumpliría con su petición si se le entregaba todo el oro de los niflungos.

Gunnar avisó entonces de que renunciaba a su porción del tesoro, pero que su «altivo hermano», jamás lo haría. ¡Que coloquen el corazón de Högni en mis manos!, dijo él, y se lo entregaría todo. Los consejeros del rey, temiendo la ira de la reina, tomaron a un esclavo, un pastor llamado Hjalli, al que arrancaron el corazón para llevárselo a Gunnar. Éste supo que no era el corazón de Högni, porque temblaba. Así que, finalmente, le arrancaron el corazón a Högni. Gunnar supo que era el verdadero y declaró:

«¡Solo ahora vivo, señor de los niflungos, el oro tengo y lo guardo para siempre! A las profundidades lo arrojamos; el Rhin lo mantendrá.»

¡Maldito sea Atli,
rey del mal,
de gloria desnudo,
privado de oro;
privado de oro,
atormentado por el oro,
manchado de muerte,
acosado por la muerte!

Atli, loco de ira, ordenó que Gunnar fuese arrojado, desnudo, al pozo de las serpientes. Pero Gudrún le envió un arpa y, mientras Gunnar tocaba, las serpientes se durmieron, salvo una enorme víbora que se deslizó lentamente hacia él y le mordió en el pecho. Cuando Gudrún escuchó su grito de agonía, llamó a los hijos que había tenido con Atli: Erp y Eitill.

Los niflungos fueron quemados en una pira funeraria y los Hunos prepararon un gran banquete en honor a sus muertos, alabaron a Atli y bebieron hasta hartarse. Gudrún entró en el salón, llevando las copas, se acercó a Atli y le deseó buena salud. Atli bebió riéndose, pues, aunque hubiera perdido el oro, Gunnar había muerto. Entonces, Gudrún dijo: «han muerto mis hermanos por los que te supliqué. ¿No preguntas dónde están Erp y Eitill? No preguntes más, ¡su fin ha llegado!». Y Gudrún contó cómo había asesinado a sus propios hijos en su locura y cómo todos ellos se habían comido sus corazones y bebido en copas hechas con sus cráneos.

Atli se desmayó, a causa del horror. Le llevaron hasta su lecho, donde yació abandonado a sus sueños. Pero Gudrún entró en su habitación y lo mató a puñaladas. En su agonía, Atli la condenó a arder y a marchitarse en las llamas de una pira, pero ella se burló de él, contestándole: «¡La condena del fuego es digna de ti! ¡En la pira está el cadáver, preparada la leña!». Y prendió fuego a las estancias de Atli.

Así terminó Atli,
abandonando la tierra,
para la perdición de los niflungos
llegaba la noche;
de Völsung, Niflung,
de juramentos rotos,
de lamento y valor
se terminan las palabras.

Gudrún perdió la razón, y deambuló por el mundo hasta llegar al mar, donde se arrojó a las olas y se ahogó.

Así acaba la gloria,
y se desvanece el oro,
sobre el ruido y el clamor
cae la noche.
Alzad los corazones,
señores y damas,
por la canción de la pena
que se cantó antaño.